Este año, al final del curso de las actividades que se hacen en mi
parroquia, nos han regalado un libro precioso. Para mí ha sido el mejor regalo que me han hecho desde que aporto mi granito de arena como voluntaria en el grupo de personas mayores. (
También llamado grupo de la amistad)
De dicho libro me ha gustado la adaptación de un texto del P.
Gregorio Iriarte o.m.i. Quiero compartirlo con vosotros /tras.
También quiero dedicar este post a creyentes y no creyentes e invito a leerlo y meditarlo. Pues todos, creyentes o no , llevamos a Dios en nuestro corazón.
¿PARA QUE ORAR?
Le pedí a Dios muchas cosas
para disfrutar en la vida,
y Dios me dijo:Te he dado la vida
para que disfrutes de muchas cosas.
Le pedí a Dios que me diera riquezas,
y Dios me dijo: te he dado capacidades y fuerza
suficiente para que tú
mismo las ganes con tu trabajo.
Le pedí a Dios que me diera salud,
y Dios me dijo: Tantas medicinas
hay en el mundo para garantizar tu salud.
Le pedí a Dios que me diera el éxito
en los exámenes,
y Dios me dijo: Te he dado inteligencia, memoria
y voluntad para que, por
ti mismo, triunfes en la vida.
Le pedí a Dios que me diera fuerzas
para mejorar mi carácter
y dominar mis pasiones.
Y Dios me dijo: Te he regalado tantas personas
que te han acompañado
desde tu Infancia, con su ejemplo
y sus buenos consejos.
Le pedí a Dios que me diera paciencia.
Y Dios me dijo: La paciencia,
igual que las demás virtudes,
no se regala, se gana.
Le pedí a Dios que me diera la felicidad ,
y dios me dijo: Te he dado la vida.
Busca por ti mismo, ser feliz.
Le pedí a Dios que me librara del sufrimiento
y Dios me dijo: Los sufrimientos
te dan el verdadero sentido de la vida
que siempre es precaria, débil y fugaz.
Le pedí a Dios que me hiciera crecer
en virtud y santidad
y Dios me dijo: Tu debes crecer por ti mismo.
Para eso tienes mi gracia.
Le pedí a Dios que me ayudara
a amar verdaderamente al prójimo
como El nos ama.
Y el Señor se sonrió y me dijo: Muy bien, por fin
estás entendiendo
lo que es la oración......
La verdadera oración no es
para obtener regalos del cielo,
sino para lograr la fuerza interior necesaria
que nos lleve a asumir plenamente
nuestras responsabilidades ante Dios,
ante el prójimo
y ante nosotros mismos.