Mi padre me llevaba con él siempre que iba a
la ciudad. Tengo muchos recuerdos de aquellos cortos viajes -saliamos a las ocho de la mañana y volvíamos a las siete
de la tarde-.
Al subir al coche de línea siempre me ponía al lado de la ventanilla y todo lo que veía me parecía hermoso. Contemplaba
La amplia campiña sembrada de trigo, unas veces con los primeros brotes y otras
con el trigo a punto de segar. El color
amarillo de las espigas hacía que imaginara un campo cubierto de oro.
Al subir al coche de línea siempre me ponía al lado de la ventanilla y todo lo que veía me parecía hermoso.
En los años cuarenta y concretamente en el
1944 -año en el que tuvo lugar estas
vivencias que os cuento- en España vivíamos una postguerra y los primeros
años de una dictadura.
Gracias a la herencia recibida de mis
abuelos, nosotros, no pasamos las necesidades y penurias que pasaron muchas
familias en aquellos tristes años. Me fijaba en los transeúntes, los veía pasar
calzando alpargatas, muy pobremente vestidos y desnutridos, con cara de pasar
hambre. Deseaba socorrer a todos.
Así veía yo, a mis nueve años, a los ciudadanos de la postguerra. Son Imágenes que como Flases. Vienen a mi memoria.
En uno de aquellos viajes viví una escena
que me causó miedo. Estaba junto a mi
padre con mi mano cogida a la de él. En
una de las plazas más concurridas de la ciudad.
Cuando llegó un policía uniformado y dirigiéndose a un grupo de unas
cuatro personas que estaban cerca de nosotros. Les dijo en un tono autoritario
y despótico. ¡Circulen!!! ¡Circulen!!! Nerviosa. Apreté mi manita a la de mi padre,
él se dio cuenta de la impresión que me había causado la escena y me dijo -no
tengas miedo es que está prohibido el derecho de reunión. Yo me quedé tranquila. No, por sus palabras
que no comprendí. Sino por sentir su
protección.
No volví a pensar en aquella vivencia. Pasados
los años la he recordado y hoy la traigo hasta aquí porque es bueno
recordar lo negativo para apreciar mejor
lo positivo que tenemos. Y cuidar su permanencia.
Gracias a la democracia, aquel derecho como
tantos otros, dejaron de ser prohibidos. Debemos procurar que la libertad
conseguida no se convierta en libertinaje. Para que convivamos todos en paz. Que
nuestros jóvenes y cualquiera de nosotros podamos seguir disfrutando
pacíficamente de la compañía de nuestros amigos o familiares. En la
calle o donde queramos. Sin sentir miedo a que venga alguien que cumpliendo la
orden de un Dictador y que quizás solo
por celebrar un encuentro nos diga…
¡CIRCULEN!!! ¡CIRCULEN!!!