Daniel regresaba del trabajo ansioso por llegar a casa, había quedado con Mónica para ir a cenar a un restaurante que habían abierto recientemente, del cual le habían hablado muy bien. A su compañera le gustaba poco salir .Pero en esta ocasión no se hizo de rogar parecía que tuviera alguna sorpresa que darle.
Dejó el coche en el garaje. Entró en su casa y como de costumbre llamó a Mónica y al no obtener respuesta buscó por toda la casa sin resultado alguno.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Pensó en lo fría que estaba últimamente. No podía hacer nada se sentía impotente ante su hermetismo, ante su indiferencia, esto le partía el alma ¿Qué pasaba por su cabecita? Ella siempre tan locuaz y comunicativa.
Daniel pensó que tenía que hacer algo para despertar en Mónica el interés hacia él, que parecía había perdido.
Sería bueno tomarse unos días de vacaciones. hablaría con ella y si le parecía bien se irían una semana a la montaña los dos solos. Podían permitirse este pequeño lujo llevaban cinco años juntos, no tenían hijos y su economía era holgada.
-Seguramente Mónica había salido a comprar algo, pero… tardaba demasiado. -¿Donde podía estar? -Hace días me dijo que deseaba ir a ver a unos amigos le dije que la acompañaría, ella muy nerviosa contestó -Me gustaría ir sola. Por un momento un flas iluminó su mente. Daniel, recordó como Mónica, miraba con insistencia al amigo de ambos devolviéndole él la mirada.
Sacudiendo la cabeza, desechó la idea de que estuvieran juntos.
En esto, el timbre del teléfono sonó insistentemente sacándolo de sus conjeturas. Ansioso por saber si era Mónica cogió el teléfono. Un rictus de amargura y decepción se reflejó en su cara.
La voz tan querida para él, de Mónica dijo –Por favor olvídame el amor que sentía por ti ha terminado.
Por desgracia es una situación que pasa a menudo en la sociedad actual.
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