Lejos estaba la leña, y todos los días
cruzaba el monje el arenal. Muchos años llevaba en el desierto, y empezaba a encanecer. A mitad del arenal, aparecía una fuente
cristalina: sus ganas de beber las reprimía, y ofrendaba al Señor
el sacrificio del agua. Entonces el Señor le encendía una estrella en el
cielo. Valía la pena pasad sed, pues el premio lo compensaba.
Una tarde
le acompañaba un joven monje.
Cargados con la leña, cruzaban sudorosos, el arenal. El joven, con los labios resecos, gritó: “¡Padre,
mira, una fuente!” . Y
el aciano
Reflexionó “Si yo no bebo, tampoco él se atreverá a beber “
Y se fue a la fuente, y se puso a
beber y beber. El joven, feliz,
bebía y bebía. “¿Me faltará hoy la estrella?” , sospechó el anciano. Al reanudar la
marcha, el Señor le había encendido dos
estrellas.
(Justo
López Melús,+2013).
Esto queridos @ seguidores @ es lo que pasa cuando damos amor generosamente a los demás sin pensar en nosotros mismos. Que recibimos el cien por cien de lo dado.
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