Nuestra amiga Concepción
Era ocho años mayor que yo, la recuerdo desde que yo tenía tres años. En el escrito que publiqué titulado
FLASHES EN MI MEMORIA (dije que algún día hablaría de ella, ahora lo hago) Vivía frente a la parte trasera de nuestra casa, cuando íbamos a verla entrábamos al corral y salíamos por la puerta falsa ( llamábamos así a la puerta trasera de la casa) frente, a unos metros, estaba su casa. Era sencilla pero estaba siempre muy limpia. Tenía dos habitaciones y el portal que
servía de comedor. El suelo era de tierra ( como en bastantes casas del pueblo), se pintaba de “ polvos
coloraos” y nogalina así los pedíamos cuando íbamos a comprarlos, a la tienda de ultramarinos, (Estas tiendas, eran como los colmados de Barcelona)
En el patio había un peral que daba unas peras muy dulces.
Concepción siempre nos las daba a probar.
En esta casa que acabo de describir, vivía nuestra amiga con sus padres y dos hermanos varones, que trabajaban junto a su padre de jornaleros en el campo. Nuestra amiga fue a la escuela. Su familia hizo todo lo posible para retrasar su salida a trabajar en el campo. Solo había esta opción para sobrevivir, por eso todos los pueblos agrícolas se quedaron vacíos al emigrar sus habitantes a zonas industriales, como Barcelona, Bilbao y otras más.
Concepción era como de nuestra familia, cuidaba de nosotros voluntariamente, con ella nos sentíamos felices. Un día fuimos de excursión a ver el nacimiento del
Guadalquivir y como de costumbre nos acompañó. Recuerdo que estaba continuamente pendiente de nosotros en especial del mayor de mis hermanos.
Se casó con un chico muy bueno y trabajador, fueron de los primeros que salieron del
pueblo en busca de un trabajo mejor que el del campo, escogieron
Manlleu (Gerona) para vivir, pues tenían familia allí, también del pueblo, que habían venido antes.
Tuvieron dos hijos, un niño y una niña.
Nosotros vinimos unos cuantos años después a Barcelona. Nunca perdimos el contacto, siempre estuvo a nuestro lado lo mismo en los momentos felices que en los tristes. Parecía que presentía cuando necesitábamos su compañía pues siempre antes de recibir nuestra llamada, venía a vernos, sin saber que la echábamos de menos. Él verla a nuestro lado era nuestro orgullo y consuelo.
Hace unos dos años nos llamó su marido para comunicarnos que su hija, había muerto de infarto, y que nuestra amiga estaba en el Hospital. Al momento sentimos un gran deseo de abrazarla yo en especial pues por experiencia savia por lo que estaba pasando así que todos estuvimos de acuerdo en ir a verla. Fuimos cuatro de los cinco hermanos que eramos pues el pequeño hacía tiempo que había fallecido.
Su marido y su hijo nos acompañaron al Hospital cuando nos vio su cara se iluminó con la sonrisa y alegría que siempre nos había regalado.
Nos abrazamos sintiéndonos hermanas en el mismo dolor.
Nos comentó su enfermedad y la muerte repentina de su hija, todo lo refería con resignación cristiana y sin dejar de sonreír. Como queriendo darle a sus niños como ella nos llamaba una lección de entereza ante las contrariedades de la vida.
Después recordó anécdotas de cuando éramos pequeños, que nosotros no sabíamos.
Poco tiempo después nos llamó su nieta diciéndonos que había muerto.
Nos dejo el recuerdo de su fuerza para vivir la vida con ilusión, a pesar de los obstáculos que encontró en su camino y sobre todo la sonrisa y alegría que la caracterizaban.